Encerrado
en el corazón del Centro de Desarrollo de Dearborn, el simulador de conducción de Ford puede
parecer a primera vista la forma más sencilla de complicarse la vida, algo así
como el mundo al revés. Y es que aquí es el suelo quien se mueve -impulsado por
unos soportes hidráulicos- cuando el conductor gira el volante. El vehículo
permanece estático dentro de la sala esférica que oscila de un lado a otro,
mientras en sus paredes se proyecta un circuito virtual de 360º.
Desde
la sala de control, que recuerda vagamente a una versión miniaturizada de Cabo
Cañaveral, un abundante número de pantallas
monitorizan incluso las constantes vitales del piloto. Gracias a este
simulador los sistemas de conducciónautónoma pueden ser fácilmente perfeccionados. Una
de las aplicaciones en actual desarrollo, y que ayudará a salvar muchas vidas,
es el sistema automático de mantenimiento
del carril correcto, capaz de corregir la trayectoria si el conductor se queda
dormido al volante, sufre un despiste, o cualquier otro percance que le
desvíe indeseadamente de su área de seguridad. Quién sabe si algún día este
tipo de simuladores tan elaborados se popularizará también entre autoescuelas y
sistemas de videojuegos...
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